El rollo

En el baño del trabajo el papel higiénico tiende a escasear, no sabemos si es porque hay más gente que en otras plantas, si hay una momia en la oficina de al lado o si alguien lo usa para escribir o para limpiar las gafas. El caso es que falta tantas veces que tenemos un rollo en la oficina para esas emergencias. Lo primero que hago es ver si hay papel, si no hay, voy a la oficina y cojo mi rollo. Hasta a quí no hay problema.

Cuando lo paso mal es a la vuelta, cuando tengo que ir desde el baño hasta la oficina con un rollo de papel en la mano. Es como si llevara un cartel luminoso con una sirena dando vueltas "Estoy llevándome un rollo del baño". Que no es verdad, porque el rollo lo llevé yo, pero se me hace eterna la vuelta pensando que me voy a cruzar con alguien de la oficina de al lado y se me va a echar al cuello.

Así que el otro día mientras volvía (con mi rollo mal  escondido) tuve una especie de iluminación y me dije a mí misma: "Un día iré al supermercado, compraré un papel higiénico de colorines que no se parezca a ningún papel higiénico de los que hayan pasado por aquí y jamás volveré a avergonzarme de llevarme un rollo.... ¡es más! Lo llevaré orgullosa colgada del cuello como si fuera un San Bernardo". A lo mejor lo del San Bernardo fue exagerado, pero la idea sigue ahí.




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