En el super

Pago, cojo las bolsas, cruzo la puerta... y pita. Genial. Doy un paso atrás y espero a que venga alguien de seguridad*. Nada. Intento establecer contacto visual con alguna de las cuatro cajeras de mi zona, pero no parecen especialmente afectadas por el pitido y me ignoran. Doy un paso adelante y pita otra vez. Aquí no viene nadie. Hablan de la delincuencia juvenil, pero aquí estoy esperando a que venga alguien a registrarme y nada. Resulta casi tentador. El peso de las bolsas se empieza a notar así que en vez de hacer un amago de pasar decido quedarme en el umbral para que alguien venga, aunque solo sea para apartarme y que deje de pitar. Nada, debo de ser la única persona de todo el hipermercado que oye este ruido. Me rindo. Me dirijo a la cajera que tengo más cerca.

M: Esto pita... ¿no debería venir alguien?
Cajera: No se preocupe, señora, pase.


¿"SEÑORA"? Ahora lo entiendo todo.



*El motivo por el que siempre espero a que venga alguien es porque soy una firme defensora de la ley de Murphy y estoy convencida de que el día en que pase de largo sin preguntar, saldrán de la nada cuatro seguratas que me abatirán a lo Pressing Catch antes de que me dé tiempo a reaccionar.

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