La Vengadora de la Castellana

Uno de estos días de calor empecé a andar acelerada hacia la oficina mientras sujetaba una botella de Coca-Cola por el tapón. Cuanto más deprisa iba, más la balanceaba hacia delante y hacia atrás. Y empezó a hacerme gracia. Llegó un momento en el que pensé: "si llego a ser Thor y esta Coca-Cola mi martillo, con las ganas con las que la estoy sacudiendo ya podía tener aquí mi tormenta y todo".  Y con la tontería llegué a la oficina, me senté en mi mesa, y abrí mi Coca-Cola sin acordarme de que unos minutos antes había sido un arma mitológica. Así que me vi obligada a sacar mi verdadera arma de superhéroe: mi fuente inacabable de Kleenex, y me puse a limpiar el charco de Coca-Cola de la mesa. No, no tengo madera de superhéroe.

Lo que me consuela es que tampoco tengo madera de supervillano. Mi última gran incursión en el mundo del mal fue entrar en dos museos con un Calippo abierto en el bolso tapado con una servilleta. Lo mejor es que en uno de los museos tuve que pasar el bolso por una cinta de control de seguridad... y nada. No deben de tener un protocolo para Calippos. Y no, no era para hacer una pintada rosa en ningún sitio, era porque hacía mucho calor y no quería tirarlo. Definitivamente, me falta ambición para supervillano.

Supongo que si fuera un superhéroe sería Hulk, que no es el más femenino, pero me parece que tiene el superpoder más humano: la mala leche incontrolable. De hecho estoy muy orgullosa de poder controlar ese "superpoder", porque si no Cosas que NO [dije] sería Cosas que SÍ [dije] y yo tendría varios dientes menos.


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